Ser defensor de derechos humanos no es sencillo. Es, en realidad, una respuesta personal al azote más devastador de la historia: el violentamiento de la dignidad humana de millones de seres humanos por parte de sus propios gobiernos.
Ser defensor de derechos humanos no es sencillo. Es, en realidad, una respuesta personal al azote más devastador de la historia: el violentamiento de la dignidad humana de millones de seres humanos por parte de sus propios gobiernos.